Por Romina Vallés
“Y usted, ¿a qué tiene miedo?”, preguntaron recientemente en una encuesta a más de 2000 personas. Una de cada tres respondió que no había viajado nunca al extranjero por miedo a volar. Una de cada cuatro no había tenido hijos por miedo. Una de cada cinco dijo que rechazaría un ascenso por padecer el síndrome del impostor. El objetivo de este estudio era conocer las mayores preocupaciones de la población, ponerle cara al miedo y, especialmente, al de los empresarios. Porque sí, porque nuestros temores condicionan las decisiones personales y profesionales que tomamos, y las consecuencias de esas decisiones, no siempre son buenas.
Por eso, en una segunda fase del experimento, se ideó un espacio inmersivo que recreaba escenarios extremos con realidad virtual y los CEO de tres empresas fueron invitados a entrar para revivir sus mayores miedos y reflexionar sobre cómo los gestionan. El objetivo era saber más sobre los verdaderos temores que reinan en el mundo empresarial, por aquello que dicen de que sólo conociendo a nuestro enemigo, podremos vencerlo. Los miedos principales de estos empresarios eran a saltar entre dos edificios y a las alturas, a la soledad y a enfrentarse a altos niveles de presión.
A partir de aquí, me dio por rascar un poco más qué hay detrás del miedo, bien sea el de un CEO, el de una periodista o el del señor mayor que se sienta cada tarde en el banco de delante de casa (por las mañanas ya no puede, con este calor). ¿Al final todos tenemos los mismos miedos? ¿Es el origen de todos los miedos, en última instancia, el mismo? Para averiguarlo, decidí entrevistar a un megaexperto en el miedo como es Guillermo Fouce, presidente de Psicología sin fronteras y profesor de Psicología en la Universidad Complutense de Madrid, además de especialista en Psicología de la intervención social y en emergencias, y coordinador de salud en el Ayuntamiento de Getafe. Esto fue lo que me contó. Ya te adelanto que es oro puro.

Romina: ¿Hay personas que por sus perfiles son más proclives a padecer determinados miedos? Me explico: un periodista no tendrá los mismos miedos que un bombero o que el o la CEO de una empresa, ¿o sí?
Guillermo: El miedo es una emoción universal, básica. Construimos nuestros miedos a partir de nuestras experiencias, no tanto de nuestros perfiles. O si quieres, mejor te diré que construimos nuestros perfiles, que somos como somos, en función de nuestros miedos, de las situaciones que no nos han ido bien y a las que hemos cogido temor. Somos la historia de nuestros miedos.
O sea, que tener miedo a algo puede provenir de una casualidad.
Una vez que tenemos una mala experiencia con algo la solemos generalizar, pero es verdad que depende de cómo la hayamos enfrentado. En el año 1919 se llevó a cabo un experimento con un bebé de nueve meses al que mostraron diferentes estímulos para comprobar si podían modificar su conducta, si él podía aprender el miedo. En primer lugar, el psicólogo John Watson y su ayudante Rosalie Rayner mostraron a Albert, el niño, una rata blanca, un estímulo neutro. Inicialmente, Albert no mostraba miedo alguno al animal. A partir de un determinado momento, cada vez que le sacaban la rata, hacían un fuerte y desagradable ruido golpeando una barra de metal. Tras varias repeticiones, Albert empezó a llorar y a mostrar miedo sólo con ver la rata, incluso sin el ruido. A partir de ahí, el niño generaliza y se asusta y llora ante otros animales y objetos que le van mostrando, como un abrigo de piel, un perro o una máscara de Papá Noel. Quedaba claro que el miedo aprendido podía extenderse a otros estímulos parecidos. Lo mismo sucedería con niños a los que se les contase una historia para no dormir sobre, por ejemplo, una muñeca: no necesitarían ver la muñeca para cogerle miedo porque se basarían en la historia que les han contado. El ser humano tiene la capacidad de imaginar y construir el miedo sobre la nada o sobre las experiencias de otros.
“El ser humano tiene la capacidad de imaginar y construir el miedo sobre la nada o sobre las experiencias de otros”. (Guillermo Fouce, psicólogo)
¿Se pudo revertir esa fobia del niño Albert a los objetos con pelo?
No se sabe a ciencia cierta y hay varias teorías al respecto. Algunas dicen que Watson no cerró el experimento con el bebé, por lo que lo dejó con su fobia hasta el final de sus días. Pero hay otras que cuentan que sí lo revirtió. En todo caso, lograr que el niño perdiera esa fobia se habría conseguido, sencillamente, volviendo a mostrarle la rata sin el ruido metálico para que pudiera reconstruir su relación con ésta y el resto de objetos peludos y animales.
Buscando frases sobre el miedo mientras preparaba esta newsletter, encontré una muy gráfica de Sófocles: "Para quien tiene miedo, todo son ruidos". Esta frase me hizo pensar enseguida en este experimento del que me habló Guillermo, muy al margen de toda ética, que transformó en fóbico al bebé Albert con un desagradable sonido. Como ves, el vídeo está en Youtube (y pone los pelos un poco de punta).
¿Qué diferencia hay entre miedo y fobia?
La fobia es un miedo irracional, sin sentido. Es cierto que muchos miedos son, de alguna manera, intrínsecos. Por ejemplo, nuestro cuerpo no está preparado para volar. También hay una predisposición natural a querer salir corriendo al encontrarnos a una serpiente, a las cucarachas, a los murciélagos… Porque pensamos que nos van a picar y causarnos una infección. Al final llevamos una memoria de siglos y siglos y nuestro cuerpo nos avisa. El miedo es una alarma para decirnos que hay una amenaza y es absolutamente necesario. La cuestión está en cómo lo gestionamos.
Ahí es cuando la cosa se complica.
Una de las grandes características de los seres humanos es que somos capaces de inventarnos miedos. Te pondré el ejemplo del león y la cebra. Las cebras son animales típicamente devorados por los leones. Entonces, ¿cómo pueden vivir las cebras con ese estrés constante cada vez que salen por la sabana? Porque cuando se encuentran con un león, lo único que hacen es ponerse en alerta. Sólo si el león las persigue, echan a correr. El león es una amenaza real evaluada. Las cebras no gastan energía en vano pensando en leones antes de que éstos las persigan. En el caso de los humanos, nosotros imaginamos “leones” aunque no estén presentes, muchas veces nos ponemos a correr antes de tiempo y nos agotamos, y luego nos pilla el “león”.
¿La solución es, entonces, enfrentarnos cara a cara al león?
El miedo funciona de una manera muy curiosa, si yo temo a algo y lo evito, ese miedo va a crecer: el león se va a hacer más grande. La mayoría de las fobias, por ejemplo, se producen cuando hay algo que me da miedo y no lo afronto. Si yo no soporto volar en avión y dejo de coger aviones, cada vez se me va a hacer más bola subirme a uno. Además, de repente, empiezo a ver sólo noticias de aviones que se han estrellado. Esto, cuando en el fondo sé que, objetivamente, la aviación es el medio más seguro. Pero mi subjetividad me va a llevar por otro lado. Más ejemplos: si tengo pánico a la soledad, intentaré estar todo el rato rodeado de gente y seré cada día más incapaz de quedarme un rato a solas conmigo mismo. Lo mismo al revés si tengo fobia social.
Si padezco vértigo, a lo mejor no es necesario que me enfrente a ese miedo porque no voy a necesitar subir todos los días a una azotea ni saltar de terraza en terraza. Si las serpientes me ponen los pelos de punta, tampoco hará falta que vaya al zoo a mirarles a los ojos, porque no voy a tener que convivir con ellas. No es necesario que trabaje determinados miedos. Pero si lo paso mal relacionándome con otras personas o volando en avión, ahí sí que hay que trabajar, porque más temprano que tarde voy a pasar por esas situaciones. El miedo a volar sólo se enfrenta volando; el vértigo, subiendo a una azotea alta; la presión, afrontando situaciones de presión, como en el trabajo, y la soledad, estando solo.
“El miedo es necesario, siempre que sea real y controlado”. (Guillermo Fouce, psicólogo)
¿Dónde está el límite de esta confrontación? ¿Cuando nos da un ataque de pánico al subir a un avión o al asomarnos a un mirador?
Todo dependerá de cuánto necesito pasar por esas situaciones en mi vida diaria. Si soy piloto y he cogido miedo a volar por una mala experiencia, he de atreverme a volar lo antes posible. Nadie va a morir de un ataque de ansiedad por eso. Un ataque de pánico no dura para siempre, sube hasta una intensidad y después empieza a bajar. ¿Qué es lo que suele ocurrir? Que cuando estamos en esa subida que nos hace sudar, sentirnos mal, amenazados, solemos abandonar. Entonces, el que sale reforzado es el miedo y al día siguiente aún se nos hará más cuesta arriba encarar la situación.
Con una serpiente no hará falta un tratamiento de choque como el de volar, imagino.
En general, no necesito enfrentarme a serpientes cada día y entonces podemos hacer el ejercicio de forma más progresiva. Una buena manera de hacerlo sería con una experiencia de realidad virtual. Por ejemplo, me pongo las gafas y el primer día aparece una serpiente a 50 metros de mí; el segundo día, a 30, luego a 20 y así hasta que la tengo en el pie. Tras esa recreación mediante la realidad virtual se trataría de recolocar esas sensaciones en la vida real.
¿Hasta qué punto el miedo es malo?
El miedo es necesario. Si no, no habríamos sobrevivido como especie. Igual que el asco, que nos avisa de que algo puede estar en mal estado a la hora de comer, lo cual es absolutamente imprescindible. Sin miedo, como especie humana, no habríamos llegado a donde estamos.
¿Puede existir alguien que sea capaz de esquivar el miedo?
El miedo no se puede evitar y esto es algo que hay que dejar meridianamente claro. El problema no es el miedo, es cómo lo gestionamos y si ese miedo proviene de una amenaza real o una construida por una mala experiencia que nos ha hecho generalizar, como le sucedió al bebé Albert. No se trata de vivir sin miedos, eso es irreal. ¿Cómo no voy a tener miedo a según qué cosas? Es que sino no, no sobreviviríamos. Hay que tener miedo, pero que sea un miedo real, lógico, y sobre todo controlado.
¿Podríamos decir que todos los miedos tienen un denominador común? ¿La CEO de la empresa, el periodista, el vecino jubilado del quinto…, tienen, en esencia, el mismo miedo primigenio?
Podríamos decir que en nuestro disco duro de especie humana llevamos determinados miedos ancestrales marcados por esa cuestión de supervivencia, porque, como te comentaba, nuestro cuerpo no está preparado para volar o para que nos pique un insecto. Sin embargo, estos temores no son los mismos para todas las culturas.
¿Por ejemplo?
Cada cultura posee sus miedos en función de su historia. En Europa tenemos miedo de las ratas porque en un momento determinado llevaban consigo la peste, la infección. En Ecuador, sin embargo, celebran las festividades comiendo cuy asado o frito, una especie de conejillo de indias que es un plato tradicional. Culturalmente, ellos han manejado bien las ratas desde siempre. A nosotros, los insectos nos suelen provocar rechazo, pero los mexicanos se comen a los chapulines, que son saltamontes.

Más ejemplos: el buitre, ese animal carroñero que nos infunde tanto asco, es sagrado para los tibetanos, que lo involucran en sus ritos funerarios ofreciéndole la carne de sus difuntos. Algunas serpientes, para los egipcios, eran deidades. A partir de cada historia, cada sociedad ha construido sus miedos. Y no sólo eso, sino que hay personas que también se dedican a manejar el miedo como instrumento de dominación, de poder. Maquiavelo decía que el miedo era el instrumento para gobernar y para imponer. Todos los grandes filósofos han hablado del miedo como una herramienta de manejo, un arma muy poderosa.
¿Como hacía la Iglesia católica en la Edad Media?
Así es. El miedo se usaba para alertar al pueblo de las consecuencias del pecado; si te portabas mal, tendrías el infierno como castigo. Esos miedos construidos han sido instrumentos de dominación y control. Más recientemente, hay quien se plantea los miedos construidos por los poderes como una oportunidad para salir de las crisis y mejorar.
¿El miedo a la muerte también es cultural o es de los más universales?
De nuevo, para los egipcios, la muerte era un viaje hacia otro lugar y por eso había todo un rito para preparar ese momento. Los mexicanos celebran el Día de Muertos para acompañar a sus difuntos en ese tránsito. Nuestro pánico a la muerte también tiene que ver mucho con la cultura judeocristiana, que se centra en el dolor del que se queda. El no hablar de la muerte hace que la temamos más.
“Una buena manera de enfrentarse a algunos miedos sería recrearlos en una experiencia de realidad virtual”. (Guillermo Fouce, psicólogo)
¿Podría ser, al final, que el miedo a la muerte sea el origen de todos los miedos? Tanto si te pica la serpiente como si el avión se cae, la consecuencia es la muerte.
Hay algo de verdad hay en esto porque, como decíamos, el miedo nos ayuda a sobrevivir porque está totalmente conectado a nuestro instinto de supervivencia. Pero te diría que quizás no es tanto el miedo a morir como a desaparecer, no tanto físicamente, sino a no trascender, a que todo sea tan triste como terminar ahí. ¿Cómo va a ser esto tan corto? ¿Y después no hay nada? Las religiones nacen precisamente de eso, de la necesidad de trascender.
¿Qué miedos modernos han aparecido en nuestras sociedades actuales?
Más que el miedo a la muerte, el miedo a hablar y enfrentarte a ésta, la tanatofobia. Y por supuesto, el miedo a transmitir una mala imagen en redes sociales y a ser rechazado. Todo el mundo sube sus mejores fotos a Instagram, siempre sonriendo, estupendos. Eso tiene un efecto muy fuerte en nosotros, nos genera una presión muy grande para no fracasar, hemos de ser exitosos, tememos llorar, estar tristes, tememos al conflicto, a las crisis. Y esto puede generarnos bastantes problemas.
📚 Después de todas las cosas que aprendí durante esta entrevista a Guillermo, recordé que por casa corría el “Atlas de las fobias y manías humanas” (Blackie Books) y me pareció curioso dejaros algunas por aquí para resaltar la idea de que muchos de nuestros miedos son construidos por nosotros mismos.
🤡 Miedos más surrealistas (el miedo a los payasos o colrofobia te parecerá normalísimo al lado de éstos):
Gerascofobia: Miedo al paso del tiempo y al envejecimiento.
Nomofobia: Miedo a estar sin el teléfono móvil.
Casafobia: Aversión a estar en casa, especialmente después del trabajo.
Amaxofobia: Miedo a conducir un vehículo.
Ataxofobia: Miedo al desorden.
Hexakosioihexekontahexafobia o trihexafobia: Miedo al número 666 (premio para ti si consigues pronunciarlo).
Eisoptrofobia o catoptrofobia: Miedo a los espejos.
Fagofobia: Miedo a tragar.
Cacofobia: Miedo a la fealdad.
Macrofobia: Miedo a esperar.
Penterafobia: Miedo a las suegras.
Genufobia: Miedo a las rodillas.
Crometofobia: Miedo al dinero.
Emetofobia: Miedo a vomitar.
Pnigofobia: Miedo a ahogarse.
Hafefobia: Miedo a ser tocado.
Ablutofobia: Miedo a lavarse.
Misofobia: Miedo a la suciedad o los gérmenes.
Hipnofobia: Miedo a quedarse dormido.
Sedatofobia: Miedo al silencio.
Tafofobia: Miedo a ser enterrado vivo.
Coreomanía: Necesidad imperante de bailar.
Aibofobia: Miedo a los palíndromos.
🔥 Hemos creado este contenido informativo para contarte que:
🟡 La consultora RSM (una firma global de servicios profesionales de auditoría, impuestos, asesoramiento legal, consultoría y finanzas corporativas) propuso llevar a cabo el experimento sobre el miedo del que hablábamos al inicio, y su cabeza pensante fue el creativo Jon Lavín, que lo diseñó junto a la neurocientífica Ana Ibáñez. Así nació “La sala 101: donde afrontar los miedos”, un lugar donde el empresario pudiera parar, verbalizar y trabajar lo que siente. Porque : “sólo así el miedo se transforma”.
🟡 Los protagonistas del experimento fueron tres reconocidos emprendedores: Javier Quintana, CEO de Smileat; Montserrat Figueras, CEO de Sita Murt; y Hugo Bertrand, CEO de Chic&Basic. Todos ellos pasaron por la Sala 101 para vivir, literalmente, sus miedos más personales y luego reflexionar sobre los temores a los que se enfrentaron al lanzar sus empresas. El salto entre dos edificios, el vértigo, la soledad, la presión, los sintieron de verdad gracias a la realidad virtual.
🟡 La iniciativa venía de un primer estudio, “R Sin miedo”, sobre los principales miedos de los españoles y españolas, con el que comenzábamos esta newsletter. El objetivo de “R Sin miedo II” era ir un paso más allá: recabar información a nivel cerebral para comprender las reacciones de las personas ante sus miedos, y establecer así una relación directa con la forma de afrontar las preocupaciones en el marco empresarial, “entender el miedo desde dentro, como una experiencia comparable y medible”. Te dejo por aquí los enlaces al primer estudio y al segundo, donde podrás ver las entrevistas a los CEO tras salir de su experiencia con el miedo en la sala 101.
🟡 Según el informe, ejecutado por IO Investigación para RSM, en el top 10 de los miedos que los empresarios españoles han tenido o tienen en relación con su empresa o emprendimiento, tres de cada cuatro indican la incertidumbre económica (75,86 %), seguida de la falta de clientes (68 %) o ventas (67,98 %), que quiebre su negocio (64,53 %) o no poder afrontar pagos o facturas (64,53 %). El 63% teme la falta de liquidez (62,56 %). Al 56 % les da miedo no poder pagar los sueldos de los empleados, casi al 54 % no ser capaces de cumplir con las metas y objetivos, y tomar decisiones arriesgadas es temido por casi el 43 %.
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